viernes, 18 de mayo de 2012

Entrada 5

VIVIÓ Y MURIÓ PARA SU FAMILIA


Sentada sobre una vieja roca del cementerio, la frase inscrita en la lapida de mi padre se me hace corta. Nada me parecería suficiente para contar todo lo que mi padre había vivido. Imagino que suele pasar. Yo necesitaría, por lo menos, todas las lapidas de los cementerios de Europa.

Echo un vistazo al cielo. Está nublado y gris. Tan gris como este cementerio semiabandonado. Es el único que hay en cien kilómetros a la redonda. Antes, toda la gente de la ciudad lo cuidaba a diario; los familiares de los muertos venían cada día a traer flores nuevas, todos los viernes se rezaba a los difuntos y había cuatro guardias que rondaban aquí y allá día y noche. 

Con la nueva crisis, todo cambió. Ahora, las flores están marchitas, roidas por gusanos, ya no hay ninguna celebración para rezar y de los cuatro guardias solo queda uno, que se pasa en la caseta de los guardas (jaja "los guardas") todo el día con el ordenador o la televisión.

Muchas de las lapidas están destrozadas por culpa de unos cuantos gamberros que vienen aquí a beber y a molestar a la Muerte los fines de semana, noche.

En fin, me vuelvo a casa y esperaré vuestros comentarios. Es una pena, aquí siempre hay buena conexión.


LA MUERTE NOS LO ARREBATÓ

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