Antes
de emprezar a contaros, quiero disculparme por no haber escrito
antes. No pasó nada importante, creo. Simplemente, mi madre estaba
insoportable (mas que de costumbre) y desactivó el wi-fi. Os dejo
que leais:
EN
UN TIEMPO DE ENGAÑO GENERALIZADO,
Hoy
no es un día especial.
Antes,
creía que sílo era. Y con antes, me refiero a esto últimos cuatro
años.
Hasta
entonces, yo era la hija obediente y dócil que controlaba la
estabilidad de la familia. La cosa se torció cuando cumplí los
trece años y quise rebelarme y buscar mi estilo propio. Fue entonces
cuando todo estalló. Mi madre se quejaba continuamente de mí y a mi
padre le encantaba mi forma de ver las cosas.
A
lo que iba, estoy sentada en el sofá de Marco (ya os hablaré de él), con un capuccino humeando en la mesa y mi
portátil sobre las rodillas. Lo he traído para contaros lo que
sucedió ayer, como cualquier año.
Ayer
domingo, mi madre decidió que iríamos a una cafetería-restaurante
a comer las tres juntas. Significado: a mi madre le ha entrado el
mono del alcohol y nos usa a mi hermana y a mí, como coartada.
En
fin, después de tomarse tres ponches y un cubata, mi madre emprezó
a cuestionarme lo de siempre; que nunca salía con mis amigas (si
tuviera...), que necesitaba ayuda para dejar ‘mi estilo raro’
(jajaja) y que, por este camino, nunca llegaría a ser nada en la
vida (como ella).
Yo
simplementé me mordí la lengua. Y permanecí inmune incluso cuando
hizo acopio de pegarme una bofetada porque no le respondía (no hizo
el acopio, me la dió). Mi hermana, sentada en su silla, observó
como mi madre se detenía de repente y emprezaba a sollozar encogida.
Si
estuviera aquí, mi padre habría pagado y nos habría llevado a casa
a toda velocidad. Después, se habría encerrado con mi madre para
hablar y consolarla.
Pero
mi anhelado padre ya no estaba y a mi madre le entró una lipotimia
(una especie de desmayo con fiebres, sudores repentinos y dolor
estomacal).
Al
poco, una compañera de trabajo del hospital se acercó a ver que
pasaba. Minutos después, mi madre estaba tumbada sobre un banco,
mientras que la mujer le realizaba unos primeros auxilios.
Yo
me había quedado paralizada. Tenía un nudo en el estómago. ¿Rompía
a llorar o me ponía a gritar de rabia? Opté por un punto medio.
Aparté a mi hermana del follón que se empezó a montar y, fuera del
bar-restaurante, le compré un helado.
-Esto
es lo de siempre, ¿verdad?-me preguntó inocentemente.
-Desgraciadamente
sí.-le respondí sin inmutarme.
-¿Por
qué bebe tanto, mamá?- volvió a preguntar.
-Porque
cree que el alcohol le hará olvidar lo amargada que está.
Mi
hermana me miró con cara de no entender nada, se calló y no volvió
a preguntar nada.
Lo
demás, no es digno de contar. Pasó como siempre; la compañera de
trabajo se ofreció a llevarnos a casa en su coche y una vez allí,
mi madre se encerró en su habitación. Mi hermana se fue con la
compañera de trabajo, que tiene una hija de su edad, y yo me fui a
casa de Marcos para no escuchar los lamentos de mi madre.
Aunque
no lo parezca, mi madre no está enferma. Puede estar un poco loca y
ser muy muy rara, pero no tiene ninguna enfermedad (demostrada). Esto
le ocurre todos los años por culpa del alcohol. Cuando estaba mi
padre, la cosa no era muy grave, pero ahora, cada vez es peor. Y
esque mi madre nunca lo reconocerá.
Mañana,
nos dará algún billete para que nos compremos algo y sonreirá
falsamente como si nunca hubiera ocurrido nada.
Ya
os seguiré contando. Besos.
DECIR
LA VERDAD ES UN ACTO REVOLUCIONARIO.
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