lunes, 4 de junio de 2012

Entrada 12


Antes de emprezar a contaros, quiero disculparme por no haber escrito antes. No pasó nada importante, creo. Simplemente, mi madre estaba insoportable (mas que de costumbre) y desactivó el wi-fi. Os dejo que leais:


EN UN TIEMPO DE ENGAÑO GENERALIZADO,


Hoy no es un día especial.

Antes, creía que sílo era. Y con antes, me refiero a esto últimos cuatro años.

Hasta entonces, yo era la hija obediente y dócil que controlaba la estabilidad de la familia. La cosa se torció cuando cumplí los trece años y quise rebelarme y buscar mi estilo propio. Fue entonces cuando todo estalló. Mi madre se quejaba continuamente de mí y a mi padre le encantaba mi forma de ver las cosas.

A lo que iba, estoy sentada en el sofá de Marco (ya os hablaré de él), con un capuccino humeando en la mesa y mi portátil sobre las rodillas. Lo he traído para contaros lo que sucedió ayer, como cualquier año.

Ayer domingo, mi madre decidió que iríamos a una cafetería-restaurante a comer las tres juntas. Significado: a mi madre le ha entrado el mono del alcohol y nos usa a mi hermana y a mí, como coartada.

En fin, después de tomarse tres ponches y un cubata, mi madre emprezó a cuestionarme lo de siempre; que nunca salía con mis amigas (si tuviera...), que necesitaba ayuda para dejar ‘mi estilo raro’ (jajaja) y que, por este camino, nunca llegaría a ser nada en la vida (como ella).

Yo simplementé me mordí la lengua. Y permanecí inmune incluso cuando hizo acopio de pegarme una bofetada porque no le respondía (no hizo el acopio, me la dió). Mi hermana, sentada en su silla, observó como mi madre se detenía de repente y emprezaba a sollozar encogida.

Si estuviera aquí, mi padre habría pagado y nos habría llevado a casa a toda velocidad. Después, se habría encerrado con mi madre para hablar y consolarla.

Pero mi anhelado padre ya no estaba y a mi madre le entró una lipotimia (una especie de desmayo con fiebres, sudores repentinos y dolor estomacal).

Al poco, una compañera de trabajo del hospital se acercó a ver que pasaba. Minutos después, mi madre estaba tumbada sobre un banco, mientras que la mujer le realizaba unos primeros auxilios.

Yo me había quedado paralizada. Tenía un nudo en el estómago. ¿Rompía a llorar o me ponía a gritar de rabia? Opté por un punto medio. Aparté a mi hermana del follón que se empezó a montar y, fuera del bar-restaurante, le compré un helado.

-Esto es lo de siempre, ¿verdad?-me preguntó inocentemente.
-Desgraciadamente sí.-le respondí sin inmutarme.

-¿Por qué bebe tanto, mamá?- volvió a preguntar.

-Porque cree que el alcohol le hará olvidar lo amargada que está.

Mi hermana me miró con cara de no entender nada, se calló y no volvió a preguntar nada.

Lo demás, no es digno de contar. Pasó como siempre; la compañera de trabajo se ofreció a llevarnos a casa en su coche y una vez allí, mi madre se encerró en su habitación. Mi hermana se fue con la compañera de trabajo, que tiene una hija de su edad, y yo me fui a casa de Marcos para no escuchar los lamentos de mi madre.

Aunque no lo parezca, mi madre no está enferma. Puede estar un poco loca y ser muy muy rara, pero no tiene ninguna enfermedad (demostrada). Esto le ocurre todos los años por culpa del alcohol. Cuando estaba mi padre, la cosa no era muy grave, pero ahora, cada vez es peor. Y esque mi madre nunca lo reconocerá.

Mañana, nos dará algún billete para que nos compremos algo y sonreirá falsamente como si nunca hubiera ocurrido nada.

Ya os seguiré contando. Besos.


DECIR LA VERDAD ES UN ACTO REVOLUCIONARIO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario